Tus labios
dulces causan en mi la mañana,
suave rocío
de besos que mi lengua embriaga,
tus manos
aprisionan suavemente mi recuerdo,
mientras
volteo para oler el perfume de tu cuello.
Abro los
ojos hacia el amanecer de tu piel,
te veo
radiante y bella mi dulce mujer,
saludo con
mis ojos a tu boca, mientras te beso,
Y abrazo tus
labios con el embrujo de mi fuego.
Tu piel se
estremece mientras te devoro con deseo,
aún sabes a
la noche y a la entrega de tu cuerpo,
besos lánguidos
y despacios se esparcen en tu boca,
mientras mis
manos bajan al lugar que te provoca.
Te observo,
cierras los ojos, y mustias un te deseo,
una gota de
tu cuerpo se siente entre mis dedos,
esa lluvia
bendita que moja el placer de hombre,
esa agua que
bautiza las ganas y le cambia el nombre.
Te quiebras
entre el meneo de mis dedos en tu cuerpo,
te deslizas
a destiempo para que roce tu deseo,
quiebras en
voz baja sobre mis oídos,
suspiras y
me regalas tus gemidos.
Me tocas y
siento tus manos sobre mi sexo,
manipulando con
ansia brutal por tenerlo,
abres las
piernas y lo acomodas en medio,
te deslizas en
el despacio y sin miedo.
Te mueves
hacia delante gimiendo,
tomas de mi
cuello mientras te siento,
me dejo encadenar por tus piernas,
Sientes más cerca
de ti mis caderas.
Hundido en
el mar de tus ansias,
me dejo
llevar por las olas de tus caderas,
sabiendo que
no deparan una tierra
El placer se
desborda entre las sabanas,
siento tus
manos en mi espalda,
mientras te
dejas ir al abrir tus alas.
Disfrutas el
éxtasis del movimiento,
que no
soportas más y te vas corriendo,
en un ligero y largo sonido,
tu último
gemido.
Es al baile
del amanecer,
surcando olas
de piel,
sabiendo los
dos a placer,
dejando atrás
el anochcer.
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