Te veo dormida boca
abajo en una cama,
con tu cabeza hacia un
lado,
sobre tu mejilla
izquierda
estás completamente
desnuda,
Estás cubierta por una sábana blanca,
solo en cierta área, tienes una pierna doblada sobre la otra,
y tus brazos hacia arriba rodean
la almohada.
Por la ventana entra una fresca brisa que dejó la lluvia,
moviendo las cortinas en una danza sutil y sensual,
donde permite que entre la luz de la luna llena.
En una esquina de aquel cuarto, esto de pie,
no deja de observarte en
ningún momento,
yaces tan profundamente dormida en esa cama tan suave,
empiezo a caminar lentamente.
Me arrodillo a tu lado, acariciando tu cabello,
para después deslizar mi dedo índice por tu frente hasta llegar a
tus labios,
los delineo, tú sientes
esta caricia, y abres los ojos,
me miras y sonríes, te
estiras en un gesto de pereza, y me dices:
“hola amor, ¿aun no
duermes?”.
Te respondo que no sin articular palabra,
solo con un movimiento de cabeza,
sigo acariciando tus labios con mi mano derecha,
los dos nos vemos a los ojos,
solo alcanzo a decirte “te amo”
y deposito mi boca sobre
tus labios en un intenso beso.
Te volteas, y me jalas hacia ti,
quedando nuestros cuerpos empalmados,
pegados uno al otro, estoy encima de ti,
y empiezas a besarme suavemente,
abrazándome por la espalda.
Tus besos suben de tono,
mis ojos reflejan pasión y lujuria,
me levanto y empiezas a besarme el pecho.
Te abrazo por la cintura,
acaricio tu espalda con mis manos extendidas,
tu manos juegan con mi cabello,
muerdo tus labios suavemente,
tu respiración se agita,
me arañas suavemente la espalda.
Te volteo quedando de espaldas hacia mí,
beso tus hombros, y recorro tu cuerpo desnudo con mis manos,
hago tu cabello hacia un lado y beso tu nuca mientras te abrazo por la cintura.
Te excitas como nunca,
empiezas a acariciar mi pecho,
me dices con una voz entrecortada
“ya, mi amor, no aguanto más, hazme tuya”
sonríes y me abrazas.
Nos tumbamos en la cama,
abrazados, ardiendo de
pasión,
comiéndonos los labios,
con mi mano izquierdatomo
de la tuya,
con la derecha levanto tu pierna,
suavemente, te penetro, mientras sueltas un leve gemido,
aprietas mi mano, enloquezco.
Empieza el vaivén con gran
ímpetu,
suelto tu pierna tomo tu
otra mano,
te alzo los brazos hacia arriba quedando en tu cabeza,
observo tus ojos, tratas de
cerrar tus ojos por el inmenso placer,
pero te detengo:
“no cariño, no cierres tus ojos, mírame”
Me miras y dices: “te adoro, mi cielo”,
suelto tus manos y te abrazas a mi espalda,
me besas como nunca antes lo
habías hecho,
me muevo con otro ritmo, soy un poco más brusco,
más rápido y jadeo, te hago desfallecer.
Gimes con placer mientras aprietas mi cadera con tus piernas,
siento un escalofrío que recorre mi espina dorsal, la piel se me
eriza,
empiezas a gemir al ritmo que te hago el amor,
dices mi nombre y yo el tuyo en el ritmo de las sábanas,
terminamos al mismo tiempo.
Después de éste momento de tanto placer,
quedamos así, abrazados, inmóviles,
para quedarnos dormidos con la luna
como único testigo de nuestra entrega,
quien, con envidia, solo nos contemplan por la ventana.